En épocas pasadas cuando Matusalén estaba dentro del vientre
de su madre, y creíamos que el vino y el
buen comer era saludable. Las
gentes pasaban el día y noche en convite en convite, como si no
hubiera un mañana. A Los dioses de la época, este frenesí no les hizo mucha gracia, ya que éramos su
mejor entretenimiento. El modo de vida tan de desfase, a las deidades, les ofrecía una visión gris de su particular programa de televisión.
Así que llegaron a la conclusión, de que, tenían que tomar
cartas en el asunto. Tras mucho pensar, encontraron la forma de controlar a la población, sin renunciar al
libertinaje, compensando sus malos
hábitos. Entonces crearon el primer calendario, que dictaba los días de
desenfreno y días de ascetismo. Aunque los dioses prefirieron entregar su cronología a los humanos, con la escusa de que les concretaba las épocas de cosecha y los cambios del tiempo.
La primera festividad del año es carnaval, es una semana que
se vive a todo dar en todo el mundo, como aquellas antiguas gentes. Sea una época de austeridad o depresión,
siempre habido una escusa para celebrar el festejo enmascarado. Un gran ejemplo es el Medievo, que a pesar de
que todo era pecado, tenían este bureo. Para
callar las bocas, de que era una fiesta de índole impudente, los más devotos
cambiaron el significado etimológico alegando, que carnaval viene de “adiós a la carne”, así
empezar un período de ayuno para ganarse un
sitio al lado de la trinidad. Lo cierto es
que, era una escusa para permitirse mostrarse tal y como eran los seres humanos, con sus vicios y sus tintes negros, sin que
nadie los excomulgará.
Aunque lo que más impresiona es la escusa original, los
dioses de la época de Enoc no pensaron tanto, para justificar el jolgorio. Parece ser, que el ser humano no tenía tantos reparos en
aceptar hacer una cosa en un determinado tiempo, porque sí. Por
ello los dioses solo dijeron, que en estas fechas Baco os
visita y va por el mar con un barco,
mientras pasa eso, podéis copular como
conejos y beber el vino como si sería agua. De ahí lo de carrus navalis.
Sea cual sea las máscaras
y los disfraces que nos pongamos, día a día siempre nuestro ser más primitivo, ese que
solo le importa saciar las necesidades más básicas y que nos autodestruye poco a poco, con su brutal nivel de vida. Siempre conseguirá revelarse, aunque
sea simplemente por un segundo, porque es inevitable ser irracional, alguna vez.