En el corazón nunca se puede gobernar, pero tener una
relación pasional con alguno de tus progenitores, en mi caso y el supuesto de
la mayoría, es un planteamiento inimaginable, es más nos repugna la idea. A pesar de ello, siempre me he reflexionado si
el sentimiento de rechazo a este tipo de
relaciones incestuosas, se debe por inculcarnos desde siempre, en
nuestros usos sociales, leyes, moral
que es una conducta prohibitiva o nos nace desde nuestra alma innatamente. ¿Estamos programados para querer a nuestros padres de forma
sentimental? ¿sí o no? Hoy me mojo sobre
el incesto.
En el siglo de la gran liberación sexual, ver besándose a dos humanos por la
calle de forma apasionada demostrando su
amor, tampoco no tendría que estar mal visto, a pesar que son madre e hijo. A mí personalmente, si alguien que conozco
mucho tendría este tipo de relación, a primeras no me entraría en la cabeza y me costaría asimilarlo, pero finalmente creo que lo aceptaría como todo. Recordemos que no hace mucho, ver a dos
personas del mismo sexo haciendo lo mismo, nos producía la misma negativa. Parece que en este mundo, para alcanzar la
verdad en la vida, debemos deshacernos de todas las ideas que nos han enseñado.
No obstante, este tipo de relaciones a lo largo de la historia
han funcionado, como en el Antiguo Egipto. Los faraones siempre se casaban con
sus hermanas, ellos creían que era una
forma de preservar la pureza de
su estirpe y convertirla en divina, es más se piensa que Tutankamón es hijo de su
abuelo, concebido por la hija del primer
progenitor ascendente. Sin ir más lejos, Lot un personaje de La Biblia se acostó
también con sus hijas. Aunque hoy en
día sabemos que encamarse con parientes de primer, segundo o tercer grado
cognaticio, nos da una descendencia no muy equilibrada, y si nos que se lo
pregunten a Carlos II de Austria.
Se ha demostrado que
las relaciones incestuosas entre padres
e hijos cultivan un amor ciego, que al
fin al cabo, el ser más posesivo y dominante de la relación (el padre o la
madre) conseguiría hacer del otro un objeto sexual, sin voz ni autonomía. Porque el supuesto hijo o hija, jamás tendría
la oportunidad de probar una vida independiente. Ni incluso creo que ni maduraría,
porque nunca se propondría la decisión de formar un nuevo núcleo familiar
propio.
Seguramente más de uno, ya no esté leyendo estas últimas
líneas. Pero el daño moral, va más allá del repudio colectivo como se ha demostrado. A
lo largo de la historia, el incesto siempre ha estado en la vanguardia, se ha
utilizado como estrategia para conseguir imperios y es un reclamo en las
novelas románticas y de caballerías, además es un gran cliché de las telenovelas todavía de hoy en día.
Pero nadie ha pensado, en que si se pusiera de moda como vendar los pies de las niñas japonesas, para que no se
desarrollen durante toda su vida, por fetichismo machista. El incesto derrumbaría todo nuestro
mundo, sin armas nucleares, al crear futuras generaciones vacias moralmente y genéricamente
sin mutaciones.