viernes, 16 de septiembre de 2016

El incesto, un amor que acabó con gloriosas dinastías.

En el corazón nunca se puede gobernar, pero tener una relación pasional con alguno de tus progenitores, en mi caso y el supuesto de la mayoría, es un planteamiento inimaginable, es más nos repugna la idea.  A pesar de ello, siempre me he reflexionado si el sentimiento de rechazo  a este tipo de relaciones incestuosas,  se debe  por inculcarnos desde siempre, en nuestros  usos sociales,  leyes, moral  que es una  conducta prohibitiva  o nos  nace desde nuestra alma  innatamente. ¿Estamos programados para  querer a nuestros padres de forma sentimental?  ¿sí o no? Hoy me mojo sobre el incesto.

En el siglo de la gran liberación  sexual, ver besándose a dos humanos por la calle  de forma apasionada demostrando su amor, tampoco no tendría que estar mal visto, a pesar que son  madre e hijo. A mí personalmente, si alguien que conozco mucho tendría este tipo de relación, a primeras  no me entraría en la cabeza y me costaría  asimilarlo, pero  finalmente creo que lo aceptaría como todo.  Recordemos que no hace mucho, ver a dos personas del mismo sexo haciendo lo mismo, nos producía la misma negativa.  Parece que en este mundo, para alcanzar la verdad en la vida, debemos deshacernos de todas las ideas que nos han enseñado.

No obstante, este tipo de relaciones a lo largo de la historia han funcionado, como en el Antiguo Egipto. Los faraones siempre se casaban con sus hermanas, ellos creían que era una  forma de preservar la pureza  de su estirpe y convertirla en divina, es más se piensa que Tutankamón es hijo de su abuelo, concebido por la hija del  primer progenitor ascendente. Sin ir más lejos,  Lot un personaje de La Biblia se acostó también con sus hijas.   Aunque hoy en día sabemos que encamarse con parientes de primer, segundo o tercer grado cognaticio, nos da una descendencia no muy equilibrada, y si nos que se lo pregunten  a Carlos II de Austria.

 Se ha demostrado que las relaciones incestuosas  entre padres e hijos  cultivan un amor ciego, que al fin al cabo, el ser más posesivo y dominante de la relación (el padre o la madre) conseguiría hacer del otro un objeto sexual,  sin voz ni autonomía.  Porque el supuesto hijo o hija, jamás tendría la oportunidad de probar una vida independiente. Ni incluso creo que ni maduraría, porque nunca  se propondría  la decisión de formar un nuevo núcleo familiar propio.

Seguramente más de uno, ya no esté leyendo estas últimas líneas.  Pero  el daño moral, va más allá  del repudio colectivo como se ha demostrado. A lo largo de la historia, el incesto siempre ha estado en la vanguardia, se ha utilizado como estrategia para conseguir imperios y es un reclamo en las novelas románticas y de caballerías, además es  un gran cliché de las telenovelas todavía de hoy en día.

Pero nadie ha pensado, en que si se pusiera de moda como vendar los pies de las niñas japonesas, para que no se desarrollen durante toda su vida, por fetichismo  machista. El incesto derrumbaría todo nuestro mundo, sin armas nucleares, al crear futuras generaciones vacias moralmente y genéricamente sin mutaciones.