viernes, 10 de junio de 2016

Ochenta euros, pasaporte a la cárcel.

En esta segunda semana de junio, las redes sociales se han conmocionado, con el caso del chico que con ochenta euros fue condenado a entrar en prisión.  Millones de  usuarios han compartido la noticia, además de añadir su opinión.  La mayoría de las veces era la típica frase impulsada por el  derecho subjetivo, que comparaba el caso del condenado, con  los supuestos de corrupción estatal. Además su padre, defensor de lo imposible, se movilizó  para conseguir  el indulto de su  hijo prodigo, pero ¿realmente lo merecía? En hoy me mojo, comentamos la noticia.

En primer lugar, nadie va a la cárcel por robar ochenta euros. Tú que me estás leyendo, puedes robar al que está sentado a tu lado, esos ochenta euros y no  pisarás una celda.  Porqué hasta una cifra determinada no se considera robo, y si es un hurto, solo constará como un suceso acumulativo en tus antecedentes. Sin embargo, el mozo desvalido  no pensó en robar ochenta euros de la cartera  de su madre, o el típico robo con violencia del tirón de un bolso en la calle.

Él fue a más, porqué falsificaba tarjetas de crédito en conjunto con más personas.  Un acto  que penalmente, ya está muy penado, que es falsear un documento oficial.  Seguramente la tarjeta falsa, iba a nombre de un tercero. Que de paso, podía ser un individuo real o inventado por los amiguetes. De tal modo, ya cometen  usurpación de  la personalidad de un tercero.  Esto significa que están cometiendo actos a tu nombre, y de esos hechos hay consecuencias, que normalmente son deudas.

Imagínate, un día vas al banco y pagando tus facturas haciendo mil malabares, te dicen, Fulanito aquí debes dos mil euros. Y tú, no recuerdas haber tirado la casa por la ventana, sin comértelo ni bebértelo ¿qué cara se te pondría?. Sigo con la otra parte de la noticia,  el mochuelo tenía ayudantes para falsificar. Si lo ha cogido un fiscal con mala uva,  seguro que  lo ha acusado de crimen organizado, ya que da lugar a pensar que era una  banda.  

Parece que el chico de los ochenta euros, ya no es una doncella en apuros, sino más bien,  un lobo vestido de cordero.  Ahora están los que ya no apoyan tanto la liberación del ángel caído, pero siguen replicando que  los corruptos están  robando más y siguen en la calle.  Pues sí, los chorizos al mayor a todos nos  dan rabia e impotencia, pero somos seres racionales y tenemos que comprender, que es un supuesto diferente.

Sino  ¿de que sirvió el sacrificio que hicieron nuestros antepasados para conseguir un Estado de Derecho? Si al final damos a entender que nos parece más justo el ojo por ojo, a pesar de las vidas sacrificadas de aquellos que lucharon para liberarnos de las injusticias del Talión. La justicia no puede ser nunca aplicada por igual en diferentes supuestos, a no ser, que tengan alguna analogía. En estos dos casos no coincide nada, ni una metáfora podríamos formular.  

Lo que realmente nos crispa es que,   al popular muchacho  ya lo han sentenciado y los otros no. O ¿los medios solo dan importancia a lo que quieren? Con  esto me refiero, que todavía no he visto el ingreso a prisión, de un conocido condenado por corrupción como puede ser Fabra. Tampoco mis retinas han sido quemadas, viendo en algún medio filtrando imágenes de  vida cotidiana como interno. Sabemos todos que está en una prisión de Comunidad de Madrid.

Pero lo más surrealista, es que  en estos momentos, ya no venden al mozo como una víctima, si no, más bien, como alguien  que ha engañado a toda España, incluso a los periodistas, ellos que tienen el deber de averiguar la verdadera información. Pero parece que dan más importancia al cometido de  deteriorar a la imagen de alguien o la opinión pública del país, para sacar algún tipo beneficio de ello, que no tiene nada que ver con mantenernos informarnos.


Al final del cuento, todos buscan el  famoso enriquecimiento injusto, ni mozo desvalido, ni información veraz.  Todo está permitido en esta sociedad para darnos pan y circo, aquello  que nos mantiene distraídos, como hacían nuestros antepasados romanos. 


martes, 7 de junio de 2016

22, la Edad del Pato.



¡¡Hola Camaleones!!

Ya pensabais que me había olvidado de mojarme, lo cierto es que lo parecía. Desde que he cumplido veintidós años, parece que ese día vino un tsunami y se llevó todo al fondo del mar.  Primero perdí mis gafas, luego se me estropeo el ordenador.  Después de arreglar estas interferencias, me  dieron la noticia que había subido de dioptrías,  luego comprobé  que me había salido una cana y ya, del nerviosismo hasta arrugas en la frente tengo. 

Todo el mundo le hace gracia cumplir veintidós, con esa gracia del patito, patito.  Para mí desde que me dijeron esa pijada de los patos, pensé otra tontería para no admitir el paso del tiempo.  Lo cierto es que, hoy tendría que estar alegre, porque no seré tan joven como lo soy  ahora escribiendo, pero por otra parte, jamás he sido tan vieja como lo soy en este momento.

Tendré que ir al LIDL a comprarme la famosa crema antiarrugas y de paso pasarme por la caja del cajero liante, a ver cuáles son sus nuevas tácticas de venta.  Vivir es demasiado difícil como  para juntar a un espermatozoide y a un ovulo y ver la fusión que nazca.   ¿pero qué le vamos hacer?   Ya he nacido y quitarme la vida no es una opción.  Al fin y al cabo el gato murió de la curiosidad, aunque los modernos digan, que al ver la realidad se suicidio.

 Solo me queda  hablar con Fulanito, Menganito y mi amigo Fuckencio , sobre cómo se enfrentaron a los descendientes del pato Donald, y  de paso quitarme lo gafe que arrastro, desde que son parte de mi vida.  Pero algo me dice que ni la mitología apócrifa me salvará del futuro. En lo referente a mi pelo, creo que empiezo a comprender a las señoras de la menopausia del cuero cabelludo. Porque las canas no molan.  


Con todo esto ya no se sí volveré a comprar humo del amor o humo de la juventud, porque después de todo estas líneas sigues sin entender  si es peor la edad del pato o la del pavo.