sábado, 13 de junio de 2015

Oda a la Africola.



Nuestra relación comenzó, cuando apenas sabía nada de la vida. Me encapriché de ella, por su color oscuro y esas carcajadas, que soltaba sin ningún motivo. Ella tan fresca y dulce, con sus curvas adornadas con su vestido rojo. Cada vez, que la miraba me seducía, hasta que un día, caí en sus garras.


Cuando tocó mi boca, fue como una explosión de sabor dulzón, acompañada de una calada de aire, era una experiencia extraña pero excitante. Nos fundimos en una sola persona y me encanto, esa fusión tan breve de potencia. Por años se convirtió en una mala costumbre, que creía que era la solución a mis problemas. Hoy me mojo, escribiendo sobre mi mal hábito de beber compulsivamente, bebida refrescante de extractos.

Siempre he llevado una lata de refresco encima y los médicos siempre me han advertido de sus consecuencias. Desde hace cuatro años, cambie la lata roja por la plateada, porque mi cuerpo no podía soportar tanta energía vacía. Aunque con la light, he bebido grandes cantidades y es verdad, en la bascula no se nota, pero igual pudre el cuerpo. Además me he dado cuenta, que no me gusta por su sabor. Sino por el simple hecho de escabullirme cinco minutos, para buscar y abrir una lata. Cuando oigo ese ¡plis! tan característico, para mí es como dar una calada a un cigarrillo y sentir confort.

Todo una gran obra teatral, donde el escritor de la ficción, es mi propio subconsciente. Escribiendo para el mecenas del estrés, a cambio de un respiro vacío de veneno. Aún así la historia no acaba ahí, el subconsciente se cautivó con su falso jefe y se confundió a más no poder. Yo la señora y musa de subconsciente, tenía la razón cegada y solo me interesaba tapar el sol con un dedo, huyendo del problema.

Pero al final, la indiferencia no funciona y piensas que alguien sobra en este triángulo amoroso. No voy a ser yo, porqué sin mí no existirá la acción, ni los personajes. Desde otro punto de vista, todo el trajín ha sido por mis decisiones. Antes de que, Subconsciente estuviera perdido, trabajase e hiciera ojitos a otro, yo acepte la seducción del líquido inventado por Stith Pemberton.

Al fin y al cabo no hay víctimas ni verdugos solo consecuencias. Una vez más pienso que, mi peor enemigo soy yo misma y que por muy inocente que parezca, aquello que nos este extorsionando, no merece que nos controle. A pesar de haber estado estancados durante mucho tiempo.

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